Cuando se es niño no se entienden muchas cosas, cosas que cuando creces ves tan claramente como si alguien te quitase una venda de los ojos. ¿Para qué nacemos inocentes si luego la caída a la razón es más dura? ¿Para poder disfrutar unos pocos años de la mentira del mundo? ¿Para poder crecer y convertirnos en los monstruos que somos una vez adultos? Sí, monstruos, porque somo los único que acabamos con nuestra propia raza sin motivo alguno y por el puro placer de hacerlo, y que quede claro que con la raza me refiero a la Humana, ya que cuando no te importa de qué color tenga tu vecino el pelo o los ojos, por qué debe importar si tiene la piel uno o dos tonos más oscuros que tú. Ahí está otra hipocresía humana de hoy en día, todos luchan por coger sitio en primera fila ante el sol para ponerse morenos, pero si tu hijo o hija se empareja con una PERSONA de otra pigmentación, se te cae el alma a los pies.
Y lo mismo que digo del color de la piel lo digo de los animales, el Ser Humano es el único capaz de cazar por placer, por conseguir un marfil por el que le van a pagar una buena suma de dinero o por unas pieles que cierta diputada se pondrá en las crudas noches de invierno. O porque a cierto "maestro" le gusta tomar el pelo al rey de la cuadra e ir desangrándole poco a poco para al final sacarle de la plaza inválido y medio muerto para el goce y disfrute de los espectadores, que, curiosamente, son capaces de criticas las obscenas y deprabadas costumbres romanas de la época de los césares, cuando ellos hacen lo mismo y sienten el mismo placer con el sufrimiento ajeno, sólo que ahora somos más "puditanos" y asaltamos a los animales, no vaya a ser que nos acusen de nazis y nos comparen con cierto Füther que por poco logra acabar con un pueblo casi tan antiguo como el planeta que nos empeñamos con tanto ahínco en destruir.
Por eso me es tan sumamente difícil defender a una raza de la que no estoy nada orgullosa. Y, sí, para no volverme loca e intransigente con lo que me rodea, prefiero refugiarme en mis libros, que a pesar de que sean sólo meras fantasías, me proporcionan un placer y descanso que nada más lo produce. Y, sí, adoro la Historia, y quizás peco de ingenua al creer que el verdadero motivo que tiene el Ser Humano para enseñar a su futuro el pasado es aprender de los errores cometidos para no repetirlos, cuando quizás sea para enseñarnos que, haga lo que haga el Hombre, siempre estaremos sólos y destruiremos todo cuanto nos rodea, porque, seamos sinceros, cuándo ha habido una civilización que no haya destrído otras para salir adelante y que, ella a su vez, no haya sido destronada para ser suplantada por otra, quizás no tan poderosa como ella, pero sí menos confiada en sí misma y que haya sido capaz de ver que el enemigo podría pararle los pies de una manera contundente y abrasadora.
¿Y por qué hoy en día seguimos teniendo descendencia? ¿Es acaso una forma de tener fé en una esperanza basada en la hipocresía y la fuerza de la costumbre? ¿O tal vez es por puro egoísmo, como siempre? Tal vez sea el miedo a estar sólos, a abandonar este mundo sin poder dejar nada impreso en él que demuestre que hemos existido. Tal vez las generaciones futuras, y no me refiero a dentro de veinte años, si no a dentro de unos siglos, si es que seguimos aquí, sean capaces de comprender nuestras faltas, de entenderla y perdonarnos por ser el único ser vivo del planeta capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. O tal vez nos condenen por ello.
Mi conclusión es que, hagamos lo que hagamos siempre será un error que paguen los seres más inocentes de culpa: los niños, pues tal vez esa inocencia no se destruya sola, si no con la ayuda de los mayores que rodean a dichos infantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario